Inicio

PACHECO

CARPETA DE PRENSA

2010 : La otra mirada  — Concreciones sobre la pintura de Gerardo Pacheco
digo ‒ ser ‒ digo ‒ palabra ‒ digo ‒ viva ‒ previa ‒ verbo ‒ pues ‒ diálogo ‒ logos ‒ neo ‒ abierto ‒ extenso ‒ sincero ‒ conciso ‒ preciso ‒ mejor ‒ dialéctico ‒ hondo ‒ poético ‒ político ‒ realmente ‒ absolutamente ‒ habitante ‒ morador ‒ lúcido ‒ residente ‒ lúdico ‒ mágico ‒ Brueghel ‒ Bosco ‒ no ‒ él ‒ Gerardo ‒ Viento ‒ y ‒ nube ‒ lluvia ‒ y ‒ armonía ‒ trópico ‒ ombu ‒ maíz ‒ y ‒ tamarindo ‒ trópico ‒ salvaje ‒ tierra ‒ manglar ‒ y ‒ mar ‒ océana ‒ partícipe ‒ constructor ‒ sortario ‒ cielo ‒ esencia ‒ búsqueda ‒ crea-ti-va-m-e-n-t-e ‒ ser ‒ siempre ‒ Pacheco ‒ Gerardo ‒ señor ‒ preciso ‒ pintor ‒ paisano ‒ suma ‒ es
Mariano Casanova Valero, Valencia, España 2010

1994 : Comunicado de prensa
El Consulado Colombiano se complace en anunciar la Muestra del Artista colombiano Gerardo Pacheco, que será inaugurada el próximo martes 15 de marzo, a las 6 de la tarde, en la Galería Jadite de Nueva York.
Sin lugar a dudas, el Maestro Gerardo Pacheco es uno de los máximos exponentes de nuestra cultura pictórica. El artista, que nació en Bogotá en 1942, es hoy ciudadano del mundo, pues su carrera la ha desarrollado en varios países de Europa, Estados Unidos, Venezuela y Colombia. (...)
(...) El año pasado, el público neoyorkino pudo apreciar su obra en Infinity Art Galleries. Debido al éxito alcanzado, Gerardo Pacheco regresa a Nueva York por la puerta grande. Constituye un orgullo para Colombia y para los colombianos que residen en esta ciudad, poder apreciar, con el público de Nueva York, los famosos Retratos de Guerreros realizados por Pacheco, en óleo sobre tela. (...)
(...) En esta oportunidad, el Artista contará con el auspicio del Consulado Colombiano y de The First Bank of the Americas, para la exposición de su obra que estará abierta al público hasta el 30 de septiembre próximo, en Jadite Gallery, ubicada en el 413 West 50 St. New York.
Consulado Colombiano en Nueva York, marzo 1994

1990 : Pintor en dificultades
Si es fácil ser artista plástico en Europa por aquello de lo descomplicada que se hace la vida cotidiana para quien se dedica a esta forma de estética, es difícil por el contrario ser conocido y reconocido como artista de méritos por una crítica que « a priori » no tiene costumbre de ser muy afecta a los latinoamericanos, con las excepciones que son de suponerse. En este caso el colombiano Gerardo Pacheco ha empezado a imponer un nombre del que sin duda alguna será mucho lo que habrá de hablarse en un futuro próximo.
Críticos reputados comos J. Schneider, R. Calcus y Sttephan Rey, entre otros, se han referido elogiosamente a la obra de este compatriota, de quien uno de ellos (Rey) dice que “alcanza el espíritu de los grandes surrealistas, especialmente de De Chirico”. De ahí que con motivo de su reciente exposición en Hamburgo, los críticos de arte de periódicos tan importantes como Die Welt y Hamburger Abendblatt se hayan referido a él en términos tan elogiosos, tal como compete a una obra “que está hecha para liberados del academismo del arte moderno”.
El Tiempo, Bogotá 04-12-1990

1990 : “Voyeur vu”
“Voyeur vu”: deslizándose indefinidamente en la ingravidez sideral, las muñecas adormecidas o concentradas en un sueño sin contenido manifiesto ni latente, abren de repente los ojos, contemplan al visitante sorprendido. Los labios gruesos, enrojecidos, le añaden algo más a la mirada. El «voyeur» se siente incómodo. Cae y para evacuar la ansiedad sorda trata de descubrir inmediatamente el mensaje del pintor. ¿Qué quiere decir? Eh, Pacheco, ¿que significan esas innombrables caídas de niños azules, de niños mutilados? Filosófica, moral metafísica en último caso, una explicación pondría de nuevo, con discernimiento, las cosas en su lugar. Le toca al « voyeur » recuperar sus certezas, su espíritu crítico, hablar de técnicas, de paleta, de camafeo, evadirse de las telas, de la mirada que lo fija. Usted lo escuchará charlar de exigencia excepcional, de sobriedad, de maestría, de toque hábil...se sentirá liberado. No se sentirá más concernido por sus caídas infinitas, lentas, silenciosas, de ángeles deshechos, de una pierna, o de un brazo, que duermen o que ven con ojos de una profundidad excitante, dulce. Inmóvil, encadenado entre los cuatro muros, el “VOYEUR” invoca por consiguiente el mensaje: Pero ¿qué, Pacheco, entonces qué?
Dentro de poco hará dieciocho años que Gerardo Pacheco nos hace el honor de pintar a dos pasos de nosotros, en la soledad áspera a la cual todo artista de envergadura, a pesar de sí, parece condenado por diversos delitos de transgresión. He aquí que desde hace dieciocho años, sin perder el coraje, ¿el genio tiene otra alternativa? No es, en lo que le concierne, ¿la OBRA o la MUERTE? Él pinta la soledad, el soliloquio de hombres y mujeres, la inaccesibilidad radical de los seres, de los unos a los otros. Esto no es vacío. Es horrorosamente brutal, puede fascinar o repugnar. Ningún mensaje, solamente una evidencia.
No espere ninguna respuesta de Pacheco porque su nombre significa igualmente «Pas d’Echo». Déjese caer, flotar o salga rápido, con el corazón gravado de un malestar para toda la vida.
Jacques Schneider, Marzo de 1990

1990 : Pacheco. Galería Im Airport Hôtel. Hamburgo
El bogotano Gerardo Pacheco no es un desconocido en Hamburgo, sobre todo por sus exhibiciones en la Galería Müller-Sarmiento y en el Hotel Atlantik. Gerardo Pacheco también simboliza el puente entre dos continentes: América y Europa. Sus numerosas exhibiciones en Bogotá, Caracas, Salon d’Automne en el Grand Palais de París, pero también en Niza, Hamburgo, Bilbao y Bruselas dan testimonio de su presencia intercultural. Además cuenta que Pacheco vive y pinta desde hace muchos años en Bruselas. Los críticos han mencionado con gran interés las muñecas de Pacheco. Siempre se ha tratado de clasificarlas como llamativas o trataron de integrarlas en la experiencia de su juventud. Puede ser que esta interpretación no corresponda a la intención del artista pero de todas maneras es un modo legítimo de proceder.
La mezcla de intenciones impenetrables y de símbolos que consiste en objetos concretos, sencillos, incluso objetos simples como muñecas, crea una atracción y despierta la curiosidad en el observador en relación con una representación aparentemente ingenua y enigmática.
El Hombre y sus Símbolos se llama esta serie que consiste de muñecas. No son estas las dulces, lindas muñecas que fueron rescatadas un día del baúl de la abuela y que recuerdan los mejores momentos de la infancia. Estas muñecas son, a pesar de su expresión infantil, siniestras. Sus articulaciones rotas, sus faltantes miembros, sus caras sin expresión las aleja del mundo del juguete. El lado humano de estas muñecas se encuentra más bien en su expresión sin vida. Con una precisión geométrica les cortaron la cubierta del cráneo creando la impresión de vacío en el interior. Las muñecas parecen nadando en un espacio oscuro. Ciertos críticos interpretaron esta impresión con los cuerpos de astronautas desplazándose en el espacio. Esta interpretación me parece ligera y no restituye el fondo real y simbólico.
Nuestra búsqueda en la magia y en el sentido enigmático de esta composición fracasa permanentemente. Los únicos elementos aprehensibles que nos conectan con la realidad consisten en un cordón, un collar, una etiqueta como pulsera de una muñeca, que se parece más a un sello de identificación de la morgue. Una serena, impasible crueldad domina la escena. No se trata de la crueldad inmensa del caballo de la obra “Guernica” de Picasso o de las varias obras de Goya. Se trata de una delicada crueldad cuya llave secreta se encuentra en las manos de Pacheco. Los colores son sobrios y sencillos, por lo general se limitan a pocos tonos.
Lo mágico e impenetrable en las obras de Pacheco nos estimula a tratar de descifrar su arte. Este arte exige un observador libre de toda clase de convenciones.
Como un crítico supone, ¿se encuentran estas muñecas en relación con eventos propios del pasado del artista? O puede ser que representen la lenta pero segura destrucción del niño en el centro de nuestra sociedad. Cada observador desarrolla su propia relación para la interpretación de estas obras.
La serie de los conquistadores da de nuevo la impresión de una crueldad impasible, casi ilusa. Aquí el sentido del humor de Pacheco juega un papel muy importante. La expresión es clara, los conquistadores no son presentados como héroes o vencedores. Como dijo alguna vez el mexicano Carlos Fuentes, no existen en la Conquista vencedores sino vencidos. Esta galería de señores lamentables recuerda el cuadro de Velásquez “El dios Marte”, el dios de la Guerra. Velásquez retrata y satiriza a Marte como un veterano para quien la victoria y la gloria del imperio español eran sólo palabras.
Los soldados de Pacheco disponen todos de un casco enorme, como si quisiera evitar que cualquier idea del exterior pueda entrar al interior de las cabezas. Sus ojos son mates, sin vida. El conquistador, que usted encuentra en su invitación, tiene la expresión infantil y la mirada perdida de un demente.
Desde muchos años estoy estudiando los cronistas o historiadores de la conquista de Venezuela. El coraje y el espíritu de riesgo de las expediciones alemanas y españolas llegaron al límite de la locura. La fiebre de El Dorado sola no llega a explicar los sufrimientos que tuvieron que soportar sus participantes. Pacheco no exagera en su presentación. Al contrario: él documenta que estas expediciones heroicas de los conquistadores pueden interpretarse también de otra manera.
Prof. Dr. José M. Navarro, Hamburgo 1990

1988 : Los muñecos de Pacheco expuestos en Bruselas
Son muñecos que parecen flotar en la ingravidez. Han sido ejecutados por el pintor bogotano de 46 años, Gerardo Pacheco, quien expone en la Maison des Arts Gaston Williot de Bruselas. El artista vive en Bélgica desde hace varios años.
Se le considera allá como un creador serio y trascendental cuyas obras reflejan un dibujante riguroso y un colorista sobrio. Se han admirado en sus cuadros severas arquitecturas, salas vacías y cúpulas por donde circula el viento.
Ahora sus pinturas podrían ser recuerdos subconscientes del pasado o sueños futuristas. Sus muñecos articulados y el vacío en el que flotan tienen el doble componente: de una parte reviven la infancia y de otra incorporan a la vida terrestre el elemento de la ingravidez que solo aparece en los viajes cósmicos o en las caminatas por la superficie lunar.
Pacheco se lanzó a su primera muestra individual en Bogotá en 1963. Ha hecho 26 en la capital colombiana, en Caracas, y Bruselas y enviado obra a otras tantas exposiciones colectivas realizadas en América y Europa.
El Tiempo /3B, Diciembre 1988

1988 : Pacheco: El hombre lanzado al aire como una muñeca de trapo
         El gran Amberes expone.

Un ambiente pesado domina el trabajo sugestivo del colombiano Gerardo Pacheco, el cual se podrá ver hasta el 12 de junio en la galería R. Goldmuntz, Nervïersstraat, 12.
Él se da todo a través de pinturas de muñecas y no de hombres de carne y hueso. Siempre a partir de sombras profundas, desde un azul nocturno hasta un verde metálico, las transparencias pictóricas crean el sentido de profundidad.
Con frecuencia, las muñecas están dañadas: les puede faltar un pedazo, o aún una pierna. Yacen en una silla o pueden verse tiradas en el suelo, o flotando en un espacio enrarecido. Sin exceso y libre de pathos, Pacheco guía al espectador al núcleo mismo de su composición. ¡Angustiosa, pero sin embargo dominada!
Las muñecas son probablemente símbolos evidentes de situaciones paranoicas invocadas aquí para mostrar la humanidad deshumanizada. ¿Ofrecen imágenes de seres humanos atormentados y torturados? Uno no puede dejar de preguntarse: ¿son muñecas o seres humanos? La ambigüedad impregna sus pinturas y es ésta la característica que le imparte tanta intriga a este notable trabajo pictórico.
La elección del color tiene igualmente un impacto sicológico.
Las telas de Pacheco están llenas de alusiones inquietantes hasta la alucinación. El terror, los miedos y los fantasmas, lo concreto y lo irreal son indistinguibles. Al nivel del mensaje tácito, su trabajo es como una prédica en el desierto. La importancia de su habilidad pictórica prima sobre el contenido: la profundidad de la obra de Pacheco es efectivamente mas importante que sus imágenes. Su irradiación opresiva rebasa su mensaje. Lo que la obra refleja va más allá de lo que ella representa.
Antwerpen Stad 19 05 1988

1988 : Gerardo Pacheco en la galería Romi Goldmuntz de Amberes
El inquietante artista Gerardo Pacheco, nacido en Bogotá en 1942 es, a través de sus imágenes figurativas pero que evocan sin embargo lo irreal, más bien difícil de definir.
Sin duda este colombiano es un adepto del realismo mágico de una profundidad, en su trabajo, oprimente.
Hasta los veinte años reside en su país natal. Después viaja frecuentemente. Tiene un taller en Francia y reside en Bélgica (Bruselas). Ensaya la pintura acrílica, pero no lo satisface.
Para su trabajo, que forma un todo coherente, utiliza la pintura al óleo. Su elegancia y refinamiento continúan seduciéndolo.
La planificación compartimentada conmueve en las pinturas que hacen parte de la serie Almacenes de Recuerdos. Cada una de las casillas evoca algo del sueño inmortal de la infancia. Aquí el trabajo del color resplandece de toques casi tropicales. En su trabajo más reciente el artista casi abolió tales toques. «Hommes et symboles » constituye la serie maestra de este conjunto. Alternativamente a lo alto y a lo ancho, Gerardo Pacheco muestra muñecas desmembradas en el vacío, la mayoría solas, a veces dos. Uno ve esas muñecas a veces sobre una silla, o fracturadas en el suelo.
Ellas hacen pensar a veces en un títere desarticulado, botado al aire.  Faltan pedazos de muñeca, a menudo una pierna. Parecen parcialmente desmontadas. Aquí y allá aparece también un misterioso óvalo. Pacheco ha desarrollado un arte de la composición cautivante. Uno descubre la muñeca en lo alto de la composición o en el medio de ella, pero también ella puede dominar la diagonal.
Gerardo Pacheco no se apoya sobre personas de carne y hueso, se apoya sobre muñecas, lo que hace su visión aún más inquietante. Interrogantes se le plantean al espectador. ¿Se trata de una imagen del hombre como maniquí asexuado? o ¿es la imagen de una persona deshumanizada, martirizada?
¿Quién es el cazador y quien es la presa? Las muñecas ofrecen una pista. Pacheco las utiliza probablemente como símbolo del ser humano manipulado, en lo concreto y en lo imaginario.
El espectador no puede, en efecto, escapar a lo que uno podría llamar una crueldad dulce, tampoco al ambiente tenso que emana de esta obra. Mucho esta expresado   y más aún lo no expresado.
La ambigüedad no termina: ¿son muñecas u hombres?
Es precisamente este aspecto que hace esta obra tan intrigante. El trabajo de Gerardo Pacheco no conoce el recargo. Este artista conduce al espectador al corazón mismo de la composición. Así se encuentra uno, sin la mínima desviación, inmediatamente cara a cara con la pura temática desconcertante.
La utilización muy cuidadosa del color, apoyándose sobre una transparencia lograda, tiene al mismo tiempo un alcance sicológico. Pacheco trabaja siempre a partir de tinieblas, rosado opaco, naranja, marrón, verde oscuro, azul noche. La luz franca no tiene ninguna oportunidad. Gracias a los fondos puramente monocromos, Pacheco crea la impresión de un espacio insondable. Lo que más conmueve se parece entonces a la impresión metálica de una profundidad azul verde.
Para Gerardo Pacheco, el valor de la calidad pictórica de su obra debe primar. En segundo lugar viene su contenido, mientras que él sitúa el eventual mensaje en tercera posición. Desprendido de lo que él quiere expresar o sugerir, trata en efecto de dar una pintura sólida que le ofrece la posibilidad al espectador de completar, de agregar alguna cosa. Este aspecto no puede ser subrayado. La noble irradiación del trabajo de Gerardo Pacheco lleva más lejos que su contenido; la profundidad de su obra tiene más importancia que su superficie.
Gracias a Gerardo Pacheco muñecas en diversas posiciones se convierten en pinturas impactantes y alucinantes, inquietantes pero a pesar de todo controladas, conmovedoras pero libres de pathos gratuitos.
Sus pinturas sugestivas están principalmente pobladas de alusiones inquietantes, hasta la misma obsesión.
Horrores y fantasmas son difícilmente separables. La pintura de Gerardo Pacheco es una forma de prédica en el desierto. Nada está ostensiblemente impuesto, pero hay que ver, a lo largo de la exposición, un muy buen arte pictórico.
Su paso por Amberes no podrá pasar desapercibido.
René Turkry (AICA), Amberes, 1988

1987 : PACHECO / La crueldad apacible
¿Se acuerda de las muñecas de su infancia?
¿Recuerda aquellas que tenían la cabeza de porcelana (para los mas ricos) o simplemente en celuloide? Eran cachetonas, rosadas y rojas y sus grandes ojos se cerraban cuando uno las acostaba.
Esas muñecas —o mejor las cabezas de esas muñecas— sirven de inspiración al pintor colombiano Gerardo Pacheco, quien expone por el momento en la Galerie Ledoux, en Namur.
Pero en el grado en que las muñecas antiguas tenían, dicen, un poder tranquilizador y servían de transferencia a una ternura muy maternal, en ese mismo grado las muñecas de Pacheco tienen alguna cosa de inquietante, a veces de francamente cruel.
La muñecas raramente están intactas. El tiempo o la crueldad sádica de alguien las rompió... o las martirizó o redujo al silencio amordazándoles la boca. Los ojos han sido extraídos violentamente, dejando las órbitas vacías... Los dientes son voluntariamente agudos y la boca tiene a menudo un rictus de sufrimiento. Se necesita tiempo para dejarse impregnar por este universo muy personal de un pintor que toma aquí la vía difícil de un expresionismo violento y cruel.
Tal vez a causa de haber sufrido mucho.
Tal vez por el hecho de ser un hombre que ha vivido una terrible aventura y que la recuerda.
Demasiado púdico para poner seres humanos sobre la escena, él se repliega sobre las muñecas, transferencia de sus propios sufrimientos. Esta muy bella exposición, en la cual los temas varían entre la crueldad y una serenidad de buen gusto, no dejará a nadie indiferente. Hay allí una magia que obra subrepticiamente y que sacude nuestra sensibilidad. Pero ¿no está ahí el éxito de un pintor?
José Mepouille, Vers L’avenir 1987

1970 : PACHECO (Galerie l’Ecrin)
Composiciones en gris gracias a planos, cubos y perspectivas. A veces volutas de humo rosado, azul o verde se introducen por una abertura ejecutada en el tabique o en el techo. “Un homenaje a Magritte”, donde dos medios discos rojos se destacan sobre una figura de fondo malva. Obra voluntariamente austera y para decirlo así, monocroma en un espacio euclidiano. Gerardo Pacheco nació en 1942 en Bogotá, Colombia y su taller se encuentra en el n° 1 de la avenida Montjoie (1180 Bruselas).
Emile Kesteman, PEAU DE SERPENT Bruselas diciembre 1970

1970 : Visita a los salones
Pacheco nació en Colombia en 1942 y expone desde hace unos diez años. Él ha multiplicado la presentación de sus obras en Colombia y también en Venezuela. Hoy lo encontramos en la Galerie L’Ecrin (11 Reu Bergmans). Su universo está obsesionado por un demonio que lo conduce a hacer arquitectura de ciudades vacías. Trabajando en la gamas de negros, blancos y grises, a veces realzados por una llama roja devoradora, el pintor nos pasea por un dédalo de calles de ángulos derechos y sin embargo insólitos. Lo fantástico urbano que nos ofrece así Gerardo Pacheco, tiene afinidades con el surrealismo. Pero Pacheco se entrega en un movimiento cercado por los límites mismos del miedo. La claustrofobia debe inquietar al pintor quien se da cuenta que en las ciudades y las habitaciones que nos propone, la muerte y la sangre son voluptuosidades de un hombre solo.
Alain Viray, La Dernière Heure 1970

1970 : Gerardo Pacheco
Gerardo Pacheco nos viene de Bogotá, Colombia, con todo el calor de sus veintiocho años y la seriedad de una auténtica vocación. Reunió en la galería «l’Ecrin», telas de una gran sobriedad, de un dibujo riguroso, de un colorido monocromo. Nos introduce en salas desiertas, de arquitecturas severas, vastas tumbas o salas conventuales. Los muros, las bóvedas, los revestimientos del suelo son grises.
Ciertos planos son más claros que otros, pero todos, siempre de una uniformidad sin rebaba.
Un oficio minucioso le da a esos decorados austeros, una especie de grandeza silenciosa y trágica cargada de amenazas y de sevicias. Los corredores, los subterráneos, las criptas ocultan un terror potencial al cual el espectador no puede escapar. A veces, como única perturbación de ese silencio y de esa inmovilidad, suben de una cavidad del suelo, o bajan de una bóveda, las pesadas volutas de un humo rosáceo que le agregan misterio al lugar y malestar al espectador. Por medios muy simples, y con mucha inteligencia, Pacheco alcanza el pensamiento de los grandes surrealistas especialmente de De Chirico.
Stéphane Rey, Le Phare Dimanche, 6 diciembre 1970

1969 : Gerardo Pacheco
Pintor colombiano residente en Caracas, Pacheco ha dedicado su permanencia a dilucidar el sentido de su obra y a través de ésta, de la realidad, partiendo de la especulación metafísica que entonces le sirve para despejar la profunda naturaleza de particulares y universales. Sus obras hacen gala de tonos temperados. Cada uno es un recinto enrarecido por el misterio, un poco a la De Chirico, en parte por lo que el artista quiere sugerir, y en parte también por el sostenido esfuerzo de impedir que la emoción le tome la delantera a la inteligencia. Entre ambos extremos está la casuística de un experimento que anuncia más agudas búsquedas no exentas de sorpresivos gestos.
Rafael Pineda, El Nacional Caracas 1969

1968 : Arte
En “La Pinacoteca” se halla abierta una exposición con obras del pintor colombiano Gerardo Pacheco bajo el título de “Recintos que no tienen nombre”. Esta es la tercera muestra del joven artista que expondrá 22 de sus pinturas, que representan algo totalmente nuevo dentro de sus lineamientos plásticos. En la presente se advierte el abandono de una figuración determinada para iniciar un trabajo geométrico figurativo, donde se hallan aspectos completamente diferentes por el expositor en sus dos anteriores muestras en “El Pez Dorado” y la Galería Caracas.
Revista SEMANA, Caracas, 28-11-1968

1967 : La violencia sin esperanza en la exposición de Pacheco.
La violencia en primavera podría denominarse la exposición de sus 30 cuadros que el pintor colombiano Gerardo Pacheco inauguró ayer en la galería Caracas.
Verdes diluidos, grises muy suaves, colores que bien podrían ilustrar la poesía menos dramática, son utilizados por Pacheco para denunciar la violencia de su país, ese estado de violencia crónica de Colombia que parece interesar a los colombianos y a los extraños.
Una violencia sin esperanza —dice Pacheco— cuando le sugerimos que denominara la exposición “violencia en primavera” y por eso no hay margen para la primavera. La violencia de Colombia no tiene primavera.
Pero Gerardo Pacheco no es panfletario. Domina el dibujo para mostrar en toda su dimensión las figuras destruidas o hinchadas por la soledad de la muerte violenta; hace poesía del color... Constantemente se encuentran el poeta y el crítico social para darse alusiones mutuas.
A la gente le interesó la pintura de este creador que pinta cosas para ser entendidas. Pero a decir verdad, su exposición no fue tan visitada como las pseudo “galerías”, las quincallas de “cuadros de pesos”. Todavía el grueso del público quiere ver y comprar florecitas de vivos colores que no produzcan traumas a sus tranquilas conciencias.
Gerardo Pacheco viajará proximamente a París. Quiere ver a Colombia desde lejos y también a toda América. En París conocerá la historia del arte en vivo y además las corrientes más novedosas de las Artes Plásticas
La República, Caracas, Octubre 16, 1967

1967 : Gerardo Pacheco
La pintura de Gerardo Pacheco no es una pintura complaciente. Es una pintura habitada por fantasmas que deambulan por un espacio real, cuyo mundo se desarrolla en un ambiente poético, donde el artista logra sutilezas plásticas de gran belleza.
Mateo Manaure, Caracas 1967

1967 : Gerardo Pacheco
Gerardo Pacheco pintaba curas y cardenales con una línea expresiva y cáustica, un valor ácido de limón roto y el rojo obispo. Ahora su obra se presenta limpia y pulcra, los espacios desolados y los recintos vacíos. Pareciera que de un momento a otro allí podría ocurrir algo insólito.
Régulo Pérez, Caracas 1967

Arriba